domingo, 11 de febrero de 2018

Petrarca, Garcilaso, ... o el tema del amor

Francesco Petrarca... cuántas veces leímos su nombre asociado al de Garcilaso, cuántas veces quedó oculto tras la belleza de los poemas de este último cuando maestro y discípulo escribían al dictado de una fuerza amorosa equiparable. "Equilibrio renacentista" estudiamos todos de memoria, y quizá debiéramos recordarlo como la explosión del sentimiento aplacado por la imposición de una forma sujeta a los cánones de la época... hasta que ese "Petrarca" desconocido se vuelve destino del peregrinaje de tantos y tantos corazones en busca de un sentimiento verdadero. En Petrarca hay una belleza sublime tras la cual late una pasión amorosa lúcida, fiel, pura y trasparente. Y, después, Garcilaso, en quien el amor renueva su sentido hermoso cada vez que algún lector entregado hacer revivir sus versos.

Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.


Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo
vos sola lo escribisteis; yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.

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