domingo, 25 de febrero de 2018

Hace casi veintitrés años...

Una de las razones de ser de este espacio es la de trasmitir el amor -apasionado a veces- por la poesía. Muchas veces no tenemos la capacidad, el conocimiento, o las fuerzas incluso para escribir de nuestra mano un buen poema; pero lo que sí tenemos es esa llama que late dentro de nosotros, que nos empuja a leer y sentir aquello que se lee como parte propia de que somos y experiencia viva de nuestra existencia. Hacer llegar la historia de amor de cada uno por el verso es una forma hermosa, sencilla, de demostrar por qué estamos aquí, y por qué día a día luchamos por que la poesía siga viva en nuestra realidad cotidiana:

"Era una tarde lluviosa de hace casi veintitrés años. Caminaba con la emoción de un encuentro amoroso cargada con la ingenuidad de sus quince años. Había esperado mucho tiempo este día, que ahora se abría paso ante sus ojos y ante su corazón. Miró al frente, desplazó su rostro en torno a sí misma y descubrió los rostros conocidos de las amigas que la acompañaban, y se preguntaba si ellas tendrían también esa sensación tan hermosa teñida de ilusión que ella sentía... no importaba; el encuentro iba a producirse y ella sonreía, sencillamente. Lo que para otros era simplemente una sesión de cine, para ella era un regalo inmenso... era su regalo de cumpleaños, que recordaría siempre con la misma emoción de ese momento. Al cabo del rato estaba allí, sentada ante la pantalla dejándose sumergir por esas imágenes de Granada, por el recuerdo de las palabras del poeta... Cuando terminó la película no podía articular palabra porque cada frase con la que intentara definirse emborronaría eso tan hermoso que sentía... Todos comentaban escenas, palabras, la crueldad de las circunstancias del momento narrado; pero ella callaba sosteniendo aún su entrada de cine -la guardó hasta que se borraron las letras impresas -, callaba como calla quien sabe que ha encontrado aquello a lo que quería dedicar su vida... callaba como quien sabe que se ha enamorado para siempre de aquello tan maravilloso que se llama poesía"

                                                                                             Rocío Romero

miércoles, 21 de febrero de 2018

"Llueve en silencio" (Fernando Pessoa)

Cuando leemos poesía, desaparecen las fronteras porque hay una residencia única que es la del alma. Y todo habla un mismo lenguaje, que es el de los sentimientos. Hoy abrimos nuestro diario de poesía y encontramos a Fernando Pessoa, un poeta fascinante, uno de los grandes renovadores del verso en lengua portuguesa pero que, por desgracia, muchos en nuestro país lo desconocen. Leer a Pessoa es leer poesía con mayúsculas pero también es leer con la palabra universal de la lírica ese tinte especial que tiene lo portugués; hay una dulzura, un equilibrio emocionado paralelo a la armonía sutil de la lengua del país vecino que no puede dejar indiferente... Quizá sea debilidad por la música, tan cercana a la poesía, pero es el fado lo que todo lo llena, el fado profundo, apasionado, triste, latente de sentimiento vivo y verdadero: poesía, vida, sentimiento, fado... Pessoa, en definitiva.


Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...

Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...

martes, 20 de febrero de 2018

De nuevo, la Poesía...

Hace justo un año, escribíamos esto:

"Definitivamente, "¿...Poesía? ... Yo invito" ha vuelto; y lo hace para que los jóvenes tomen el testigo del verso y se confirme en ellos que en Arganda habitan también la cultura, la sensibilidad, y la poesía. Gracias a todos los que iniciaron este camino, y a todos los que nos han ayudado."

Hoy, tiempo después, podemos repetir esas palabras; pero no volvemos, sino que seguimos presentes, y seguimos luchando por la poesía, porque creemos que es hermosa, que sigue viva más que nunca, y más que nunca la sociedad -esta sociedad que a veces parece desmoronarse- la necesita. Necesitamos esa belleza, esa sensibilidad que solo el verso es capaz de mostrar al que no la ha descubierto. Necesitamos conocernos por el arte, y por el arte ser libres... Nosotros ya nos dejamos atrapar por la poesía, que nos mantiene en el lugar de lo auténtico; y queremos seguir demostrando que vale la pena detenerse y mirar hacia dentro porque en cada resquicio de nuestra realidad puede haber escondido un poema que nos haga ser mejores.

SOBRE UN LIBRO DE VERSOS
Dejaría en el libro
Este toda mi alma.
Este libro que ha visto
Conmigo los paisajes
Y vivido horas santas.
¡Qué pena de los libros
Que nos llenan las manos
De rosas y de estrellas
Que se esfuman y pasan!
¡Qué tristeza tan honda
Es mirar los retablos
De dolores y penas
Que un corazón levanta!
Ver pasar los espectros
De vidas que se borran,
Ver al hombre desnudo
En Pegaso sin alas,
Ver la Vida y la Muerte,
la síntesis del mundo,
Que en espacio profundo
Se miran y se abrazan.
Un libro de poesías
Es el Otoño muerto.
Los versos son las hojas
Negras en tierras blancas,
Y la voz que lo lee
Es el soplo del viento
Que hunde en los pechos
–Entrañables distancias–.
El poeta es un árbol
Con frutos de tristeza
Y con hojas marchitas
De llorar lo que ama.
El poeta es el médium
De la Naturaleza
Que explica su grandeza
Por medio de palabras.
El poeta comprende
Todo lo incomprensible
Y a cosas que se odian
Él hermanas las llama.
Sabe que los senderos
Son todos imposibles
Y por eso en lo oscuro
Va por ellos con calma.
En los libros de versos,
Entre rosas de sangre,
Van desfilando tristes
Y eternas caravanas
Que hirieron al poeta
Que lloraba en la tarde,
Rodeado y ceñido
Por sus propios fantasmas.
Poesía es Amargura,
Miel celeste que mana
De un panal invisible
Que fabrican las almas.
Poesía es lo imposible
Hecho posible. Arpa
Que tiene en vez de cuerdas
Corazones y llamas.
Poesía es la vida
Que cruzamos con ansia
Esperando al que lleve
Sin rumbo nuestra barca.
Libros dulces de versos
Son los astros que pasan
Por el silencio mudo
Al reino de la Nada,
Escribiendo en el cielo
Sus estrofas de plata.
¡Oh, qué penas tan hondas
Y nunca remediadas,
Las voces dolorosas
Que los poetas cantan!
Como en el horizonte
Descanso las miradas.
Dejaría en el libro
Este, ¡toda mi alma!
Federico García Lorca, 1918. En Poemas inéditos de juventud.

domingo, 18 de febrero de 2018

"Si tú me olvidas" (Pablo Neruda)


Acercarse a la poesía de Pablo Neruda es  adentrarse en el alma misma del poeta, sin necesidad de luchar contra muros levantados por palabras vacías de espíritu.
Neruda tiende sus lazos al corazón mismo de quien se aviene a sus versos de la mano de un tono suave, sencillo, conversacional -"Tú sabes cómo es esto"- y va ahondando en la materia de lo cotidiano; de ahí despega al temblor vibrante de una pasión que parece retenida en la calma, para diluirse en ese oleaje que arrasa con todo lo que no sea el amor fecundo que edifica al yo íntimo del poeta. El yo escondido, verdadero que sale del amor intenso -no hay amor diferente- se derrama, salpica las palabras del verso; Neruda tiene la maestría de destruir el lenguaje previo y construirlo de nuevo, renacido, nutrido de sus sentimientos con una clarividencia que lo convierte en espejo del alma. Neruda tiene el don de la Poesía en su mano, en su ser desde la génesis del mismo; en sus ojos late un mundo sediento de ser retratado por el lirismo llameante que habita al poeta.

Acercarse a la poesía de Neruda es sentarse, frente a frente, a la magia que hace nacer el verso en todo el que se deja raptar por ella. Su escritura directa, desnuda de otra pretensión que no sea acariciar a la amada con su voz, rasga el aire que circunda sus poemas, y rompe con los supuestos sobre la entrega amorosa del corazón que acaricia sus letras.

La mirada del poeta se eleva por encima de horizontes que separan lo cotidiano de la belleza absoluta; se levanta sobre la distancia que hace sangrar el dolor de los amantes; se superpone al prosaísmo de la existencia y la vuelca a ese lado del mundo invisible a los ojos que cierran la puerta a la Poesía.

En este poema, Neruda parte de un condicional presente en todo su desarrollo, que rompe con la desesperanza de una separación que se torna incierta por ese "si cada día, ... si cada día..." porque en la repetición de la fuente del consuelo posible, del retorno buscado, del amor, está la fe en lo perdurable del sentimiento verdadero más allá de contingencias que se esfumarían de pronto con la mirada de ella.

Neruda y el amor; el poeta y el destino apasionado de un hombre que encontró en la Poesía la expresión más absoluta de la esencia del ser humano. El hombre no es nada sin ese amor que sublima su espíritu, que lo sumerge en un ascenso capaz de culminar con esa pasión palpitante, catarsis de la tristeza y el dolor, que transfigura su existencia en un ser para la amada, para el Amor, para la Poesía.


Quiero que sepas
una cosa.

Tú sabes cómo es esto:
 si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.

sábado, 17 de febrero de 2018

"Se querían" (Vicente Aleixandre)


Hay algo en la poesía de Vicente Aleixandre de una emoción estruendosa; es la vehemencia pura, como si quisiese lanzar al mundo sus versos para colapsar las almas de los mortales sesgando los sentimientos más tímidos y volverlos torbellino de pasión hiviente. Es la poesía total, que se adentra en lo más profundo del ser para descomponerlo y reducirlo a la sustancia del amor verdadero, ese que nunca se olvida, ese que mantiene la febril dependencia de la caricia o de la mirada conmovida; ese que es vibración constante de la esencia del alma y amenaza con su temblor la estabilidad de los sentimientos dormidos a nuestros pies, que a veces parecen morirse de a poco como flores mustias.
La poesía de Aleixandre no va en ascenso armónico hasta el culmen perfecto, sino que es cima de la perfección y de la belleza desde el principio. Desde el primer verso rasga el velo que protege el corazón y lo vuelve a la infinitud de los sentimientos más profundos; es un grito de dolor, rabia, o plenitud que se acopla en lo más hondo del espíritu que necesita responder o romperse en pedazos surgidos de esa explosión de belleza, arrebato candente, y poesía verdadera.
Con este poema, “Se querían”, el amor que necesita ser comunicado por su hermosura arrolladora se interna en la sangre misma, símbolo de la pasión, porque está ya en la génesis del ser humano. El poeta puebla sus versos con imágenes que no desdeñan el dolor –las espinas- , un dolor que forma parte del sentimiento amoroso; de eso no hay duda, y Aleixandre lo sabe; su alma lo sabe. Es una visión total del amor, que invade cada uno de los rincones del orbe: la noche, el día, el interior de la tierra… una tierra que se torna metáfora del ser humano, que se funde con él y se hace solidaria con sus sentimientos… Esta concepción del amor totalitario, que mueve el mundo, se acompasa con esa forma de escribir volcánica, llena de repeticiones, de adjetivos inesperados llenos de fuerza, de eterna subida al clímax del verso en un ascenso que no cesa a pesar de que el lector parece no poder más con ese pulsar de su yo más íntimo y que se vuelve cada vez más intenso. Y esa tensión aumenta cuando todo parece frenarse con una sola palabra -“Amando”-, para concluir después de todo con un “se querían” que se ha ido cargando de toda índole de connotaciones, de fuerza, de ardoroso deseo de amar y saberse amado; pero, a su vez, lo ha hecho poseedor de vetas de una calma que amenaza desbordarse en armonía devastadora.
Poco más podría decir ahora tras la relectura de este poema que me ha salido al paso, sin buscarlo. Ese es Aleixandre; así lo recordamos, así lo leemos, y así sigue despertando nuestra alma.
                                                                     
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
 mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


Sin más


Sin más, tú
Sin puntos 
ni final.
Toda tú
En tu mayor complicidad.
Sin más los sueños 
Se cumplen 
Y coindicir contigo
Fue uno hecho historia.
Por eso 
Ojala tú
Siempre mi felicidad.

                               Gonzalo Gamella

Sueño


Sueño con tenerte
Algún día 
Sólo para mí.
Mirarte a los ojos
Y que me dijeras que me quieres.
Que te basta solo conmigo
Que nunca 
Te vas a ir.
Y si yo pudiera elegir
No quererte
Lo haría sólo 
Por volver a sentirte 
cerca.

                                   Gonzalo Gamella

Volver


Hoy he vuelto
A saber de ti
He vuelto 
A escuchar bien alto
El sonido de tu andar
Retumbándome por dentro
Todavía tengo 
Las cinco letras de tu nombre 
Clavadas en mi mente
Hoy he vuelto a escribirte
Para ser feliz
He vuelto a escribirte 
Y hacerte eterna.
                     
                      Gonzalo Gamella

viernes, 16 de febrero de 2018

"Mientras tú existas" (Ángel González)

Todos los que hemos estudiado Literatura en Bachillerato tuvimos un encuentro "atropellado" con Ángel González; poeta perdido entre muchos otros tantos nombres de su generación y que cuestan tanto asimilar porque se diluyen en una lista interminable de la que siempre se nos olvida uno y lo recordamos después del examen con rabia... Pero la Literatura no es una "lista de la compra" de la que no es posible perder ningún elemento pues nos hace el descuido la faena de tener que volver al supermercado. La Literatura es el milagro que conserva la sensibilidad del ser humano cuando los tiempos se empeñan en silenciarla -sin éxito afortunadamente-... Y es milagro porque ella sola sale al paso entre la dificultad y pone delante de los ojos sus frutos para que que nadie deje atrás su maravilla. Así, hoy nos encontramos con este poema de Ángel González, huído de esa lista para convertirse en la emoción que es; sencillez, sutileza, palabra viva que envuelve una pasión callada, pero desbordante.

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.

"No te detengas" (Walt Whitman)

Porque hay momentos de duda, desánimo ... Surge entonces, inesperado, providencial, el milagro:

"[...] No leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana. Y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, los negocios y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para la vida. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor… son las cosas que nos mantienen vivos. [...]"
                              (De una de las clases del profesor Keating, de El club de los poetas muertos)

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.

                                                              Walt Whitman

miércoles, 14 de febrero de 2018

Miguel Hérnandez, el nombre de la Poesía

Miguel Hernández; tan sólo el nombre evoca una poesía intensa, plena de emoción, sinceridad, belleza... estarían de más las palabras que aquí pudiéramos dejar porque cuando los versos de Miguel pulsan el sentimiento, tienen en sí la capacidad de romper las cuerdas del alma que, acto seguido, necesitan recomponerse a una sensibilidad especial e infinita. 
Sobran las palabras, cierto, pero creemos que dar las razones que nos llevan hoy a compartir este poema es un homenaje al gran Miguel. No abandonamos el tema del amor al traer aquí uno de los mejores poemas de la Literatura española; el amor tiene tantas y tantas perspectivas que es muy difícil aunarlas en un mismo lugar. Pero Miguel lo hace; amor al hijo, amor a su mujer, amor a la vida que le permitía estar con ellos; amor a la poesía para escribirles cuanto guardaba en su corazón; amor a esas lágrimas sanadoras de la distancia...  En definitiva: Miguel Hernández, poesía... sinónimos siempre a pesar del tiempo y con él mismo.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

"Si el hombre pudiera decir lo que ama..." (Luis Cernuda)

Más allá de la fecha, más allá de la publicidad que de este tema se hace en estos días y que nos persigue a la vez que desvirtúa el sentido hermoso de la palabra, en el taller continuamos rindiendo homenaje al tema del amor. Pero, como decimos, más allá de todo... quizá porque suena a tópico es una cuestión que siempre queda al margen, olvidada... quizá porque parece demasiado fácil -por hermoso- hablar del tema, quizá porque todos creemos conocerlo. Lo que sí es cierto es que el amor es uno de los grandes temas de la Literatura por la sencilla razón de que emociona como ninguno; y como ninguno sabe ahondar en la sensibilidad, en la belleza... y ¿qué si no es la poesía? Ahora bien, la sensibilidad y la belleza no siempre implican gozo, sino que, tal vez, un poema es tanto más bello cuanto más tiende al dolor... y es que el amor feliz se puede fingir a veces, pero no el dolor auténtico, que implica una tensión emocional que pone sobre la mesa los sentimientos en estado puro.... Y ahí es donde radica la indudable calidad poética de los versos de Luis Cernuda, al que hoy dedicamos este espacio... Mucho se ha dicho de él, de su figura controvertida, de su tendencias amorosas... eso nos importan en tanto que ha sido el camino para configurar al poeta como uno de los mejores de la Historia. El dolor, como decimos, se hace presente en este poema: "Si el hombre pudiera decir lo que ama..." ... Aparte de esa interpretación de lo prohibido del amor de Luis Cernuda, y la imposibilidad de manifestarlo explícitamente, hay una frustración tan tan honda -así lo creemos- como poeta por no poder plasmar con la palabra la hondura infinita, el dolor, la pasión, la sangre hirviendo ... todo eso que hace auténticos los sentimientos, y que, por inefable, es quizá la fuente inagotable de inspiración y lo que mantiene viva la poesía.


                                                  El poema recitado por el propio Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir lo que ama, 
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 
como una nube en la luz; 
si como muros que se derrumban, 
para saludar la verdad erguida en medio, 
pudiera derrumbar su cuerpo, 
dejando sólo la verdad de su amor, 
la verdad de sí mismo, 
que no se llama gloria, fortuna o ambición, 
sino amor o deseo, 
yo sería aquel que imaginaba; 
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos 
proclama ante los hombres la verdad ignorada, 
la verdad de su amor verdadero. 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien 
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina 
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu 
como leños perdidos que el mar anega o levanta 
libremente, con la libertad del amor, 
la única libertad que me exalta, 
la única libertad por que muero. 

Tú justificas mi existencia: 
si no te conozco, no he vivido; 
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

lunes, 12 de febrero de 2018

El amor, la poesía ... Bécquer

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul. 
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.


Continúa nuestro homenaje al tema del amor en la poesía; tan infinito... tan hermoso, doliente, e infinito. Y entre la maravilla, Bécquer, que es maravilla también por la poesía y por lo que dice de ella:

En una ocasión me preguntaste: ¿Qué es la poesía?
¿Te acuerdas? No sé a qué propósito había yo hablado algunos momentos antes de mi pasión por ella.
¿Qué es la poesía? me dijiste; y yo, que no soy muy fuerte en esto de las definiciones, te respondí titubeando: la poesía es... es... y sin concluir la frase buscaba inútilmente en mi memoria un término de comparación, que no acertaba a encontrar.
[...]
Mis ojos que, a efecto sin duda de la turbación que experimentaba, habían errado un instante sin fijarse en ningún sitio, se volvieron entonces instintivamente hacia los tuyos, y exclamé al fin: ¡la poesía... la poesía eres tú!
¿Te acuerdas?
[...]
¿Por qué no hablar con franqueza? En aquel momento di aquella definición, porque la sentí, sin saber siquiera si decía un disparate.
Después lo he pensado mejor, y no dudo al repetírtelo. La poesía eres tú.
[...]
Antes de ahora te lo he dicho. Yo nada sé, nada he estudiado, he leído un poco, he sentido bastante y he pensado mucho, aunque no acertaré a decir, si bien o mal. Como sólo de lo que he sentido y he pensado he de hablarte, te bastará sentir y pensar para comprenderme.
Herejías históricas, filosóficas y literarias presiento que voy a decir muchas. No importa. Yo no pretendo enseñar a nadie, ni erigirme en autoridad, ni hacer que mi libro se declare de texto.
Quiero hablarte un poco de literatura, siquiera no sea más que por satisfacer un capricho tuyo; quiero decirte lo que sé de una manera intuitiva, comunicarte mi opinión y tener al menos el gusto de saber, que si nos equivocamos, nos equivocamos los dos, lo cual, dicho sea de paso, para nosotros equivale a acertar.
La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento y el sentimiento es la mujer.
La poesía eres tú porque esa vaga aspiración a lo bello que la caracteriza y que es una facultad de la inteligencia en el hombre, en ti pudiera decirse que es un instinto.
La poesía eres tú porque el sentimiento que en nosotros es un fenómeno accidental y pasa como una ráfaga de aire, se halla tan íntimamente unido a tu organización especial, que constituye una parte de ti misma.
Últimamente, la poesía eres tú; porque tú eres el foco de donde parten sus rayos.
[...]
Yo, sin embargo, la comprendo (la poesía); la comprendo por medio de una revelación interna, confusa e inexplicable.
Deja esta carta, cierra tus ojos al mundo exterior que te rodea, vuélvelos a tu alma, presta atención a los confusos rumores que se elevan de ella, y acaso la comprenderás como yo.
(Se continuará.)
[El Contemporáneo, jueves 20 de diciembre de 1860.]