Porque no hay nada más bello
que el torbellino que formas al andar
y nada más especial que observarte
en segundo plano
casi sin que te des cuenta;
que me encanta ver el surco
de tus labios al hablar.
Y me encantaría
ser el cinturón
para poder estar atado
para siempre
a tu cintura.
Gonzalo Gamella, 4º ESO
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