martes, 10 de mayo de 2016

Francisco José Martínez Morán: el vibrar profundo de lo sencillo


La rosa sueña un hombre:
con una desazón que le es ajena
mide las erosiones de su piel […]
Sueña que los demás son los que hieren.
(De Obligación)

Yo no conocía a Francisco José Martínez Morán, lamentablemente. Pero hace unos días tuve el privilegio -porque lo fue sin duda alguna-, de asistir a la presentación en Rivas de la antología Re-generación llevada exquisitamente a cabo por José Luis Morante… Y allí estaba Francisco, sentado al lado de este último, revestido de esa sencillez que lo caracteriza, esperando desplegar sus versos que elevan un vuelo tan digno como pleno de claridad y conmovedora belleza. El propio José Luis dijo de él en alguna ocasión “en la personalidad lírica de Francisco José Martínez Morán se reconocen siempre como rasgos propios la tendencia al poema breve, la impecable construcción formal y ese ejercicio continuo de vislumbrar enlaces entre literatura y cauce vital”, lo que hace de su poesía algo personal, profundo; algo cuya voz se deslinda de lo cotidiano para elevar todo detalle a un lirismo casi catártico capaz de llenar el alma del lector, tras una apariencia de sencillez sublimadora de la totalidad de la existencia.
Y es cierto; su poesía tiene la cualidad del deslumbramiento propio de quien lleva poco –pero sabio- camino recorrido; y de esa perfección capaz de causar la admiración de alguien tan experimentado como su antólogo y, en general, de todo aquél que se acerca a sus versos.

Siguen quemando casas.

A lo lejos, el humo se demora
en pesadas columnas de ceniza
que el viento arrastra a veces hacia el este,
y a veces hacia el sur desde el que observo.

Cuando cerchas y vigas se desploman,
hay un estruendo sordo de cascotes
y las pavesas vuelan y se extinguen
como azahares muertos en la escarcha.
                                    (De Obligación)

Ciertamente es impresionante tener, frente a frente, a alguien como Francisco; esa conciencia del observador –admirador quizá- que desde la sombra ve corporeizada una meta vital … y encuentra en ella a una persona humilde, cercana, dispuesta a una conversación distendida donde el tiempo no importa; solo el compartir experiencias y el amor por la poesía.
Francisco José Martínez Morán nació en Madrid, en 1981;  es Doctor en Literatura Comparada y Licenciado en Filología. Ejerce como investigador en el Centro de Estudios Cervantinos y participa como docente en talleres literarios de la Universidad de Alcalá de Henares. Coordina la publicación semestral Quebrados y es colaborador de varias revistas literarias. En 2005 consigue el premio Félix Grande con su poemario Variadas posiciones del amante. Más tarde, publicará otro de sus poemarios: Obligación. En 2009 recibe el XXIV Premio de poesía Hiperión con La puerta tapiada, un poemario donde la sensación de vacío como designio permanece latente tras todo sentimiento posible; la redención sobrevuela los versos, pero ese vacío persiste, invencible … sin embargo, es también hacedor de héroes cotidianos, en lucha constante por desvincularse del dolor que lleva consigo y que impregna sentimientos tan nobles como el amor.

Todo está desvelado:
el tacón se desliza suavemente
hacia la calle, pero todavía
no pasa del deseo de ser paso;
la mano es transparente,
es líquida la sombra de la espera.

El vestido habla de luz y las cortinas
se abren desde el silencio hasta el silencio.
                             (“Hopper: verano”, de Re-generación)

Sin duda alguna, es la suya una poesía que brota de la sencillez, que hace diáfano el sentimiento sirviéndose del instrumento de lo cotidiano, de lo que pasa desapercibido, que se reviste de un lirismo tan potente como para ensordecer la voz que intenta romper cada día la perspectiva poética del mundo… Pero le es a este poeta tan consustancial ese lirismo, que la poesía vence en él a la desesperanza, al vacío, … a la extinción y a la muerte.  
Francisco José Martínez Morán es un poeta que conserva aún esa ardorosa juventud que tiene tanto que decir a pesar de los momentos difíciles que nos han tocado a la generación de los ochenta … la belleza, el arte, la poesía es savia que alimenta su discurrir cotidiano, al que suma una capacidad de trabajo admirable; por eso, ha sido un honor indecible dedicarle un homenaje en nuestro taller:

La rosa sueña un hombre:
con una desazón que le es ajena
mide las erosiones de su piel,
cataloga palabras y pupilas,
trata de comprender la decepción,
el miedo y la esperanza.

Sueña que la existencia se reduce
a sangre y pulso y polvo;
sueña que vive largas estaciones,
se sueña fea y pálida, se sueña
extrañamente vieja y olvidada.

                                    Sueña que los demás son los que hieren.

                                                                                  (“Palabras y pupilas”, de Obligación)

Este poema conmovió profundamente, porque su sencillez está construida de tal forma que se adentra en el espíritu del lector; invade el alma por esos designios desconocidos que aúnan los sentimientos de emisor y receptor en una comunión lírica que eleva el interior hasta los páramos de un yo auténtico liberador, donde se vencen los miedos a sentir en plenitud. Sin tener la conciencia de todo esto, los alumnos lo percibieron, con la espontaneidad que les caracteriza … ellos no saben de crítica literaria, de poética ni de teoría; pero su juicio es claro y sincero, y se cristalizó en un sincero “profe, yo quiero ser como él”, … aquí, sobran las palabras, pero sobrevienen los agradecimientos; el nuestro va absolutamente entregado a este poeta, indudable ejemplo para las nuevas generaciones deslumbradas por la magia del verso.


                                      Arganda del Rey, 3 de Mayo de 2016.

2 comentarios:

  1. Buenos días compañero, atento estaré a tu blog para pasear entre tus versos. Salud y poesía.

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  2. Buenos días compañero, atento estaré a tu blog para pasear entre tus versos. Salud y poesía.

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